Un cielo de cartón, rodeado de aves de rapiña que vuelan con zancos verdes, saltan y aterrizan en torres de argamasa que se sacuden con el movimiento de las alas plateadas. Las calles formadas de bloques plásticos de colores, que se confundían con las personas intransigentes que no podían producir palabras entendibles, todos con ciempiés en vez de bocas comunes, y girasoles apagados en vez de ojos.
Algunas ratas de las alcantarillas que acompañaban un desfile de tritones que podían respirar en la superficie, todos llenos de escamas y untados de fango café que dejaba una mancha en la calzada plastificada; algunos viejos que sentados en mecedoras al lado de la vía, solo se preocupaban por sobarse la panza y golpear el suelo con algunos bastones curvados por los años.
Mientras camino y reconozco el lugar, veo que unos inofensivos gatitos se vuelven fieras agresivas que intentan atacar, correr es difícil porque la distancia recorrida no se nota, el lugar no cambia pero las piernas se mueven sin conseguir el objetivo de alejarse del peligro de los felinos.
Figuras conocidas se hacen presentes, algunas exageradas en tamaño, otras insignificantes que dan risa; hechos que en la cotidianidad no se han presentado, se muestran como premoniciones, algunas negativas, otras que después de mucho tiempo se dieron de buena manera, algo raro en los sueños que reflejen acciones no vividas, que posteriormente se dan como un dejavu esperado.
El descanso mental son los sueños, hasta las pesadillas ayudan, porque muchas veces nos ayudan a ver la realidad más positiva, y nos hacen caer en cuenta que mucho de lo que hacemos lo podemos mejorar o hacer con mayor entusiasmo.