La Industria Licorera de Cambridge
era la empresa de más renombre en la zona, los ingenieros de alimentos y
expertos en bebidas alcohólicas se disputaban concursos de calidad para llenar
las vacantes de la destilera, la influencia que tenía en la región se notaba en
las pocas restricciones medioambientales que pasaba por alto, ellos vertían constantemente
agua putrefacta contaminada, ya era evidente el daño en el río, eran pocos los
animales que se acercaban a la rivera del afluente.
Ni los peces nadaban en las turbias aguas,
sólo unos cuantos habitantes cercanos a Cambridge se manifestaban en contra de
la contaminación; todo, porque la gran mayoría trabajaba en dicha empresa, y
dependían de lo que ganaban allí. Unos cuantos feligreses que se quejaron
obtuvieron un mensaje escueto y sin sentido del gobierno local. Muchos de los
lugareños tenían animales de granja que necesitaban agua para sobrevivir, el
río Cam era la fuente más cercana, pero con el paso de los años se volvió
peligroso; tanto, para animales y humanos.
- ¡Dandy! Vamos amigo, tenemos que ir
a buscar tierras fértiles, no nos quedan más recursos y nuestra tierra está
seca.
Joseph y su perro caminaron aproximadamente
un kilómetro, hasta que llegaron a una zona aparentemente fértil. El joven
granjero que era nuevo en el pueblo no sabía de las negativas condiciones del
agua de la zona, él había divisado días antes una fuente acuífera; lo que
Joseph no sabía es que eran predios de la empresa de licores. Cuando él pudo
ver letreros de la ILC supo que ya era tarde para salir de ahí. Siguió un par
de horas más, mientras sus bovinos consumían las ramas y pasto del lugar.
Antes de salir hacia su granja,
Joseph notó que un par de vacas se habían aislado del grupo, de inmediato fue a
buscarlas y sin mucha sorpresa las vio cerca al río Cam, que era conocido por
muchos lugareños como el asqueroso río que atravesaba su pueblo.
Sin percatarse de lo que ocurría,
Joseph llamó a Dandy con un silbido. El perro llegó de inmediato y empezó a
ladrarle a las vacas; pero ninguna de las bovinas prestó atención. Joseph algo
contrariado fue a mirar, ambos animales estaban inmóviles, con una mirada de
irritación, nada que ver con la conocida mirada desprevenida propia de las
vacas, y Dandy continuó ladrando; pero inesperadamente una de las vacas expulsó
un líquido verdoso por su boca, el extraño vómito quemó al perro que no tuvo
defensa, los chillidos retumbaron en el río; mientras Joseph atónito, comenzó a
correr porque los bovinos se dirigieron hacia él.
Joseph pudo escapar, dejando los demás
animales en esa zona, tuvo que buscar ayuda en la carretera más cercana, donde
un anciano en un viejo jeep se detuvo.
- ¡Señor! Por favor, necesito ir al
pueblo, esto es una emergencia.
-Muchacho cálmate, estás pálido, ¿qué
te sucedió? Sube…
-Creo que es mejor que arranquemos,
en el camino te contaré.
Joseph llegó a la zona urbana de
Cambridge. El pequeño pueblo no tenía muchos habitantes, estaba muy aislado de
los grandes centros urbanos; cuando él se dispuso a entrar a la estación de
policía del lugar, sólo estaba de turno un oficial, el agente lo miró de arriba
abajo, pero no se preocupó por el estado de exaltación de Joseph; mientras el
asustado granjero explicaba todo lo que estaba sucediendo a las afueras del
pueblo, el policía con un irónico gesto sólo atinó a responder.
-No sé qué te fumaste, pero es mejor
que te vayas o la celda fría te espera.
- ¡Carajo! No estoy diciendo
patrañas, lo que digo es cierto.
El joven salió de la estación de
policía con impotencia al ver que su historia no era verídica para el solitario
oficial y curiosamente el anciano del jeep, lo estaba esperando afuera. Por el
momento era la única persona que creyó su historia; siguieron recorriendo el
pueblo hasta que llegaron al pub más
popular de la zona, cerca de las 18:00 horas. Eran pocos los que estaban allí, una
canción de fondo acompañaba el momento, Party
with the Animals del “príncipe de las tinieblas” Ozzy Osbourne, Joseph
quería alertar a la mayor cantidad de personas del bar, pero los que estaban
allí, no les interesó prestarle atención y siguieron bebiendo Guinness y murmurando la canción.
Nueve vacas infectadas comenzaban a
esparcirse por los campos aledaños, llegando a otras granjas con bovinos, al
caminar dejaban rastros de su infección en los lugares donde otras vacas
comían; lo que originaba, que se contagiaran fácilmente. Uno de los dueños de
una finca tuvo la mala suerte de encontrarse con uno de los demenciales
animales.
Un extraño olor en el ambiente, dejó
pensativo al granjero. A unos pocos metros de su granja vio que las vacas
vomitaban ácido en la cosecha, destrozaban el pastizal con sus patas y botaban excreciones
tóxicas.
-Maldito animal, qué tal que pudiera
hablar.
La furiosa vaca, pateó el rostro del
hombre que cayó en la puerta de un viejo molino, intentó cerrar la puerta; pero
era demasiado tarde, otras vacas llegaron y empujaron un pedazo de madera que
servía para asegurar la entrada al sitio, minutos después los gritos
angustiantes de sufrimiento se sintieron en la alejada finca.
Como una estampida, las vacas
lograban llegar al pueblo, parecía Pamplona; pero en vez de toros, eran vacas
rabiosas y babeantes. Todo a su paso era derribado o atacado, los lugareños no
daban crédito a lo que veían, todo era confuso, ¿vacas corriendo frenéticas? Se
preguntaban anonadados.
El policía que no quiso poner cuidado
a la historia de Joseph, vio como uno de los animales arremetía contra una
anciana indefensa que caminaba por el andén de la estación de policía, la
sangre salpicaba la fachada de la pequeña edificación, viendo semejante
crueldad, el policía sacó su arma de dotación y dio 5 balazos a la vaca, todos
los tiros dejaron inmóvil al animal por un instante, pero no lo afectó lo
suficiente para continuar buscando nuevas víctimas.
Steven, el policía, llamó a sus
compañeros; pero no obtuvo respuesta alguna, y optó por comunicarse con el
comando central de la región, alertando la increíble historia de animales
asesinos. Al principio no le quisieron creer; pero escuchando el alarmante relato
de Steven, pensaron que no era una broma y enviaron una patrulla con algunos
agentes para revisar la situación.
Joseph comenzó a escuchar gritos, él
sabía que no era una buena señal; y lo que más temía ya estaba pasando. Le dijo
al anciano que buscaran lugar para esconderse, pero mientras transitaban por la
vía principal, observaron que muchos habitantes de Cambridge estaban enloquecidos,
nadie esperaba algo similar, los lugareños se arrastraban por los andenes,
desmembrados y dejando rastros de sangre.
Personas mutiladas y vacas
esquizofrénicas, era la imagen que se podía observar. Unos pocos pobladores
salieron armados con muchas de sus herramientas del campo y artefactos
rústicos: machetes, palas, hachas, guadañas y hasta horcas de 4 dientes, que
eran las preferidas por los lugareños.
Durante unos minutos los gritos de pánico
de las personas se iban cambiando por los aterradores bramidos de las vacas,
los humanos se estaban defendiendo; y no sólo eso, estaba destrozando a los
animales enardecidos, sabían que para acabarlos tenían que debilitarlos y por
lo menos quitarles algunas extremidades, teniendo en cuenta que ni varios
balazos causaban dañar a los cuadrúpedos rumiantes.
Algunas horas después se habían disminuidos
los bovinos asesinos; pero los humanos ya estaban menguados y exhaustos de
reprimir a dichos animales, así que optaron por buscar protección en la cantina
del pueblo que les ofrecía más resguardo que la misma estación de policía que
ya estaba destrozada. Ninguno de los policías sobrevivió, ellos se confiaron en
sus balas que poco hicieron en los animales.
Las horas pasaron, la patrulla
regional arribó al desolado pueblo que había quedado pintado de sangre y expuesto
a la muerte. Atónitos con lo que observaban, se comunicaron al comando central
en la capital regional, no era una situación normal y solicitaron un equipo más
especializado para que los ayudara a resolver la situación.
los tres policías alistaron sus armas,
aunque algo precarias para el momento, sabían que de alguna forma tenían que
defenderse en caso de un ataque inesperado; siguieron caminando en el pueblo
hasta que llegaron a la solitaria estación de policía, que más que un lugar de
protección, quedó como una carnicería; sangre en sus ventanas y puertas, además
de partes del cuerpo de personas y animales.
Al salir del desastroso lugar,
decidieron seguir buscando sobrevivientes; y, continuaron su marcha por esa
calle principal, desolada y horrenda. Ellos llegaron hasta la popular cantina
que estaba apagada y cerrada; comenzaron a gritar por alguien que los pudiera
escuchar, en ese momento las personas escondidas en el bar, se alertaron
gratamente.
Cuando una de las personas quiso
abrir la puerta del pub, escucharon
unos sonidos extraños afuera, era el golpeteo característicos de los cascos de
un rumiante; en cuestión de segundos sonaron varios balazos y gritos, nadie
pudo ver lo que ocurría afuera; pero ya se imaginaban, solo escucharon gritos
de súplica pidiendo ayuda, eran los tres policías que estaban siendo atacados
por las vacas; aunque muchas habían sido exterminadas, aún quedaban unas
cuantas que podían acabar fácilmente con un grupo pequeño de personas.
Todos los que se encontraban
escondidos alistaron sus herramientas de defensa; pero al final decidieron
seguir en silencio, mientras las vacas se alejaban del lugar. Pasaron las
horas, llegó un nuevo amanecer y comenzaron a sonar sirenas de ambulancias y
patrullas de policía con un altavoz, llamaban a los sobrevivientes.
Al parecer las vacas que habían
asesinado a los policías la noche anterior, quedaron con heridas y murieron en
un campo aledaño. Era la primera declaración de algunos de los detectives que
estaba en el pueblo indagando los pormenores.
Joseph junto al grupo de pobladores
que estaban ocultos, pudieron salir sin temor, del bar. Inmediatamente
oficiales y paramédicos comenzaron a preguntar y examinar a todos los afectados
por los sucesos con las vacas, para los oficiales era algo que nunca se
imaginaron y mucho menos habían visto.
Los científicos llegados de la
capital de la región, comenzaron a investigar los cadáveres putrefactos,
intentando dar alguna respuesta de lo sucedido. Para la mayoría de los
pobladores, todo se originó por la contaminación de la planta de licores; para
ellos, era lo más lógico.
Horas después los resultados eran
llamativos, porque no daban certeza sobre la mutación de los animales, y todo
parecía indicar que la infección no era por la contaminación, sino por una
bacteria que no era nativa de Inglaterra. La bacteria era procedente del centro
de África.
Al saber un poco más sobre este
virus, se enteraron en archivos médicos secretos, que el nombre oficial era
¨Peste de Famaka¨, población originaria de donde había surgido en años
anteriores el patógeno. Por alguna razón los gobiernos de ese momento, no
hicieron pública la información; probablemente porque ellos mismos lo
originaron, causando daño en su población civil.
Algo que también pudieron comprobar
los estudios y análisis de los investigadores enviados del instituto de
ciencia, resalta que la infección no afecta a las personas, sólo a los bovinos
que consumían la hierba de la zona, que era fortalecida con un abono que traían
desde el sur de Europa, el cual podía ayudar a formar pastos más resistentes a
los cambios de temperatura, en este caso a soportar las oleadas de frío que son
comunes a lo largo del año en la región.
Muchas de las mercancías que llegaban
desde África eran distribuidas en las principales regiones del país, aunque Cambridge
era un pueblo pequeño y de labriegos, tenían provisiones que llegaban de otros
países; posiblemente, en todos estos bultos de abono, estaba la cepa infecciosa
que consumirían las vacas.
El jefe de operaciones del ejército
en el Reino Unido anunció, que en alejados pueblos del norte ocurría el caos
reportado en otras partes del mundo, no sabía con certeza qué era; por esta
razón se comunicó con los gobiernos que internamente habían visto los casos de
la peste del miedo, ellos al no identificar responsables culparon a otras
potencias: Estados Unidos, Rusia y China.
Voceros de esas naciones negaron
rotundamente que ellos eran los causantes de la peste, y que en sus países
también tenían pequeños focos de la epidemia que aún no se propagaba en las
grandes ciudades. Hubo confusión en la comunicación de muchos de los voceros,
porque todo ocurría en silencio, ni siquiera los grupos terroristas se
atribuían dichos ataques.
Entre tanto Joseph y el anciano
fueron interrogados sin contratiempo, los investigadores y oficiales tenían
órdenes de sus jefes estatales para dejar la zona en cuarentena, decisión que
sólo sabían ellos; mientras que los pobladores de Cambridge esperaban una
opción para retornar a sus hogares.
Joseph relató lo sucedido al alguacil
del distrito, que de inmediato lo remitió a la capital, donde estaría dando sus
declaraciones de lo ocurrido. Algunos medios se enteraron, y querían de primera
mano tener el extraño relato del granjero.
Unos pocos días pasaron y en todo el
país vieron la noticia con gran asombro. Muchos televidentes y ciudadanos en
general, quedaron perplejos con las imágenes de las personas que alcanzaron a
grabar los ataques de las vacas asesinas. Por la premura del momento, hubo
videos que no mostraban la realidad de la situación; pero los pocos videos
nítidos eran abrumadores por tanta sangre y ácidos que bañaban las calles de Cambridge.
Aunque para los lugareños y los
oficiales atacados, todo había sido una pesadilla real, en ciudades cercanas se
comenzaron a formar grupos radicales en contra del maltrato animal, que se
disponían a llegar al escondido pueblo. Y así fue, tanto en redes sociales y en
reuniones programadas en zonas comunes, partieron cerca de 200 personas hacia Cambridge.
Muchas pancartas que acusaban al gobierno por el asesinato de los animales, según
ellos, “inocentes” que murieron sin ninguna razón.
Los animalistas y veganos encontraron
el pueblo casi desierto, desolado y con el olor típico de la podredumbre, carne
descompuesta, sangre y fluidos animales regados por las calles, y todo
transcurría por la vía central del lugar. Los pobladores se habían ido a otras
localidades, esto fue lo que aconsejaron las autoridades, mientras limpiaban y
reorganizaban el pueblo; pero al parecer, nadie del estado llegó a supervisar
dichas limpiezas anunciadas.
Joseph quiso regresar al pueblo para
obtener unas pruebas fotográficas de lo ocurrido, quería de cierto modo,
mostrar la historia y compartirla con el mundo; pues en los medios nacionales sólo
se mostraba una estampida originada por un virus desconocido.
El anciano era el único amigo que
tenía el joven después del caos en el pueblo, y lo acompañó; antes de llegar a
la zona del desastre, pudieron ver a jóvenes que salían aterrados del lugar, no
sabían el por qué, teniendo en cuenta que animales contagiados no existían ya
en la región, o por lo menos era lo que les anunció el ente gubernamental de
fauna y medio ambiente.
Joseph caminaba lentamente sin hacer
ruido para no alertar a los bovinos asesinos, mientras esto ocurría, el anciano
esperaba a unos metros del ataque. Muchos de los animalistas parecían no
intentar defenderse, eran atacados, y no oponían resistencia, es posible que en
el fondo disfrutaran morir atacados por las pezuñas y dientes de los amados
animales que siempre habían defendido. Uno de los integrantes del grupo de
manifestantes vio a Joseph que merodeaba silenciosamente una calle aledaña, el
hombre herido le pidió ayuda a gritos.
El granjero le hizo señas y gestos al
vegano que gritaba, todo para que no alarmara a los sanguinarios animales; pero, al contrario, los gritos se
hicieron más evidentes y las vacas emprendieron carrera hacia Joseph, él estaba
a unos 150 metros de la camioneta, comenzó a correr apresuradamente y
torpemente hacia su salvación; pero todo fue en vano, tropezó con una de las
guadañas que quedaron tiradas luego de la primera matanza; él no se pudo
reincorporar rápidamente, y uno de los bovinos lo envistió dejándole un par de
costillas rotas. Joseph se intentó defender desde el suelo, no se pudo
incorporar y un segundo animal apareció, le vació varios mililitros de fluidos
corrosivos intestinales que lo quemaron al instante, sus brazos y sus piernas
habían quedado severamente lastimadas. Él quedó atrapado en medio de la manada
asesina.
El motor de la camioneta se encendió
y el anciano escapó del pueblo dejando a Joseph solo en medio de las vacas enardecidas.
-No volveré a importar productos de
África, no es la primera vez que me pasa, espero que en este pueblo de
ignorantes nunca se enteren del origen del virus, del hombre que lo trajo a
esta olvidada comunidad.