domingo, 9 de abril de 2017

La Peste de Famaka

La Industria Licorera de Cambridge era la empresa de más renombre en la zona, los ingenieros de alimentos y expertos en bebidas alcohólicas se disputaban concursos de calidad para llenar las vacantes de la destilera, la influencia que tenía en la región se notaba en las pocas restricciones medioambientales que pasaba por alto, ellos vertían constantemente agua putrefacta contaminada, ya era evidente el daño en el río, eran pocos los animales que se acercaban a la rivera del afluente.

Ni los peces nadaban en las turbias aguas, sólo unos cuantos habitantes cercanos a Cambridge se manifestaban en contra de la contaminación; todo, porque la gran mayoría trabajaba en dicha empresa, y dependían de lo que ganaban allí. Unos cuantos feligreses que se quejaron obtuvieron un mensaje escueto y sin sentido del gobierno local. Muchos de los lugareños tenían animales de granja que necesitaban agua para sobrevivir, el río Cam era la fuente más cercana, pero con el paso de los años se volvió peligroso; tanto, para animales y humanos.

- ¡Dandy! Vamos amigo, tenemos que ir a buscar tierras fértiles, no nos quedan más recursos y nuestra tierra está seca.

Joseph y su perro caminaron aproximadamente un kilómetro, hasta que llegaron a una zona aparentemente fértil. El joven granjero que era nuevo en el pueblo no sabía de las negativas condiciones del agua de la zona, él había divisado días antes una fuente acuífera; lo que Joseph no sabía es que eran predios de la empresa de licores. Cuando él pudo ver letreros de la ILC supo que ya era tarde para salir de ahí. Siguió un par de horas más, mientras sus bovinos consumían las ramas y pasto del lugar.

Antes de salir hacia su granja, Joseph notó que un par de vacas se habían aislado del grupo, de inmediato fue a buscarlas y sin mucha sorpresa las vio cerca al río Cam, que era conocido por muchos lugareños como el asqueroso río que atravesaba su pueblo.

Sin percatarse de lo que ocurría, Joseph llamó a Dandy con un silbido. El perro llegó de inmediato y empezó a ladrarle a las vacas; pero ninguna de las bovinas prestó atención. Joseph algo contrariado fue a mirar, ambos animales estaban inmóviles, con una mirada de irritación, nada que ver con la conocida mirada desprevenida propia de las vacas, y Dandy continuó ladrando; pero inesperadamente una de las vacas expulsó un líquido verdoso por su boca, el extraño vómito quemó al perro que no tuvo defensa, los chillidos retumbaron en el río; mientras Joseph atónito, comenzó a correr porque los bovinos se dirigieron hacia él.

Joseph pudo escapar, dejando los demás animales en esa zona, tuvo que buscar ayuda en la carretera más cercana, donde un anciano en un viejo jeep se detuvo.

- ¡Señor! Por favor, necesito ir al pueblo, esto es una emergencia.
-Muchacho cálmate, estás pálido, ¿qué te sucedió? Sube…
-Creo que es mejor que arranquemos, en el camino te contaré.

Joseph llegó a la zona urbana de Cambridge. El pequeño pueblo no tenía muchos habitantes, estaba muy aislado de los grandes centros urbanos; cuando él se dispuso a entrar a la estación de policía del lugar, sólo estaba de turno un oficial, el agente lo miró de arriba abajo, pero no se preocupó por el estado de exaltación de Joseph; mientras el asustado granjero explicaba todo lo que estaba sucediendo a las afueras del pueblo, el policía con un irónico gesto sólo atinó a responder.

-No sé qué te fumaste, pero es mejor que te vayas o la celda fría te espera.
- ¡Carajo! No estoy diciendo patrañas, lo que digo es cierto.
El joven salió de la estación de policía con impotencia al ver que su historia no era verídica para el solitario oficial y curiosamente el anciano del jeep, lo estaba esperando afuera. Por el momento era la única persona que creyó su historia; siguieron recorriendo el pueblo hasta que llegaron al pub más popular de la zona, cerca de las 18:00 horas. Eran pocos los que estaban allí, una canción de fondo acompañaba el momento, Party with the Animals del “príncipe de las tinieblas” Ozzy Osbourne, Joseph quería alertar a la mayor cantidad de personas del bar, pero los que estaban allí, no les interesó prestarle atención y siguieron bebiendo Guinness y murmurando la canción.

Nueve vacas infectadas comenzaban a esparcirse por los campos aledaños, llegando a otras granjas con bovinos, al caminar dejaban rastros de su infección en los lugares donde otras vacas comían; lo que originaba, que se contagiaran fácilmente. Uno de los dueños de una finca tuvo la mala suerte de encontrarse con uno de los demenciales animales.

Un extraño olor en el ambiente, dejó pensativo al granjero. A unos pocos metros de su granja vio que las vacas vomitaban ácido en la cosecha, destrozaban el pastizal con sus patas y botaban excreciones tóxicas.

-Maldito animal, qué tal que pudiera hablar.

La furiosa vaca, pateó el rostro del hombre que cayó en la puerta de un viejo molino, intentó cerrar la puerta; pero era demasiado tarde, otras vacas llegaron y empujaron un pedazo de madera que servía para asegurar la entrada al sitio, minutos después los gritos angustiantes de sufrimiento se sintieron en la alejada finca.

Como una estampida, las vacas lograban llegar al pueblo, parecía Pamplona; pero en vez de toros, eran vacas rabiosas y babeantes. Todo a su paso era derribado o atacado, los lugareños no daban crédito a lo que veían, todo era confuso, ¿vacas corriendo frenéticas? Se preguntaban anonadados.

El policía que no quiso poner cuidado a la historia de Joseph, vio como uno de los animales arremetía contra una anciana indefensa que caminaba por el andén de la estación de policía, la sangre salpicaba la fachada de la pequeña edificación, viendo semejante crueldad, el policía sacó su arma de dotación y dio 5 balazos a la vaca, todos los tiros dejaron inmóvil al animal por un instante, pero no lo afectó lo suficiente para continuar buscando nuevas víctimas.

Steven, el policía, llamó a sus compañeros; pero no obtuvo respuesta alguna, y optó por comunicarse con el comando central de la región, alertando la increíble historia de animales asesinos. Al principio no le quisieron creer; pero escuchando el alarmante relato de Steven, pensaron que no era una broma y enviaron una patrulla con algunos agentes para revisar la situación.

Joseph comenzó a escuchar gritos, él sabía que no era una buena señal; y lo que más temía ya estaba pasando. Le dijo al anciano que buscaran lugar para esconderse, pero mientras transitaban por la vía principal, observaron que muchos habitantes de Cambridge estaban enloquecidos, nadie esperaba algo similar, los lugareños se arrastraban por los andenes, desmembrados y dejando rastros de sangre.

Personas mutiladas y vacas esquizofrénicas, era la imagen que se podía observar. Unos pocos pobladores salieron armados con muchas de sus herramientas del campo y artefactos rústicos: machetes, palas, hachas, guadañas y hasta horcas de 4 dientes, que eran las preferidas por los lugareños.

Durante unos minutos los gritos de pánico de las personas se iban cambiando por los aterradores bramidos de las vacas, los humanos se estaban defendiendo; y no sólo eso, estaba destrozando a los animales enardecidos, sabían que para acabarlos tenían que debilitarlos y por lo menos quitarles algunas extremidades, teniendo en cuenta que ni varios balazos causaban dañar a los cuadrúpedos rumiantes.

Algunas horas después se habían disminuidos los bovinos asesinos; pero los humanos ya estaban menguados y exhaustos de reprimir a dichos animales, así que optaron por buscar protección en la cantina del pueblo que les ofrecía más resguardo que la misma estación de policía que ya estaba destrozada. Ninguno de los policías sobrevivió, ellos se confiaron en sus balas que poco hicieron en los animales.

Las horas pasaron, la patrulla regional arribó al desolado pueblo que había quedado pintado de sangre y expuesto a la muerte. Atónitos con lo que observaban, se comunicaron al comando central en la capital regional, no era una situación normal y solicitaron un equipo más especializado para que los ayudara a resolver la situación.

los tres policías alistaron sus armas, aunque algo precarias para el momento, sabían que de alguna forma tenían que defenderse en caso de un ataque inesperado; siguieron caminando en el pueblo hasta que llegaron a la solitaria estación de policía, que más que un lugar de protección, quedó como una carnicería; sangre en sus ventanas y puertas, además de partes del cuerpo de personas y animales.

Al salir del desastroso lugar, decidieron seguir buscando sobrevivientes; y, continuaron su marcha por esa calle principal, desolada y horrenda. Ellos llegaron hasta la popular cantina que estaba apagada y cerrada; comenzaron a gritar por alguien que los pudiera escuchar, en ese momento las personas escondidas en el bar, se alertaron gratamente.  

Cuando una de las personas quiso abrir la puerta del pub, escucharon unos sonidos extraños afuera, era el golpeteo característicos de los cascos de un rumiante; en cuestión de segundos sonaron varios balazos y gritos, nadie pudo ver lo que ocurría afuera; pero ya se imaginaban, solo escucharon gritos de súplica pidiendo ayuda, eran los tres policías que estaban siendo atacados por las vacas; aunque muchas habían sido exterminadas, aún quedaban unas cuantas que podían acabar fácilmente con un grupo pequeño de personas.

Todos los que se encontraban escondidos alistaron sus herramientas de defensa; pero al final decidieron seguir en silencio, mientras las vacas se alejaban del lugar. Pasaron las horas, llegó un nuevo amanecer y comenzaron a sonar sirenas de ambulancias y patrullas de policía con un altavoz, llamaban a los sobrevivientes.

Al parecer las vacas que habían asesinado a los policías la noche anterior, quedaron con heridas y murieron en un campo aledaño. Era la primera declaración de algunos de los detectives que estaba en el pueblo indagando los pormenores.

Joseph junto al grupo de pobladores que estaban ocultos, pudieron salir sin temor, del bar. Inmediatamente oficiales y paramédicos comenzaron a preguntar y examinar a todos los afectados por los sucesos con las vacas, para los oficiales era algo que nunca se imaginaron y mucho menos habían visto.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                     
Los científicos llegados de la capital de la región, comenzaron a investigar los cadáveres putrefactos, intentando dar alguna respuesta de lo sucedido. Para la mayoría de los pobladores, todo se originó por la contaminación de la planta de licores; para ellos, era lo más lógico.

Horas después los resultados eran llamativos, porque no daban certeza sobre la mutación de los animales, y todo parecía indicar que la infección no era por la contaminación, sino por una bacteria que no era nativa de Inglaterra. La bacteria era procedente del centro de África.

Al saber un poco más sobre este virus, se enteraron en archivos médicos secretos, que el nombre oficial era ¨Peste de Famaka¨, población originaria de donde había surgido en años anteriores el patógeno. Por alguna razón los gobiernos de ese momento, no hicieron pública la información; probablemente porque ellos mismos lo originaron, causando daño en su población civil.

Algo que también pudieron comprobar los estudios y análisis de los investigadores enviados del instituto de ciencia, resalta que la infección no afecta a las personas, sólo a los bovinos que consumían la hierba de la zona, que era fortalecida con un abono que traían desde el sur de Europa, el cual podía ayudar a formar pastos más resistentes a los cambios de temperatura, en este caso a soportar las oleadas de frío que son comunes a lo largo del año en la región.

Muchas de las mercancías que llegaban desde África eran distribuidas en las principales regiones del país, aunque Cambridge era un pueblo pequeño y de labriegos, tenían provisiones que llegaban de otros países; posiblemente, en todos estos bultos de abono, estaba la cepa infecciosa que consumirían las vacas.

El jefe de operaciones del ejército en el Reino Unido anunció, que en alejados pueblos del norte ocurría el caos reportado en otras partes del mundo, no sabía con certeza qué era; por esta razón se comunicó con los gobiernos que internamente habían visto los casos de la peste del miedo, ellos al no identificar responsables culparon a otras potencias: Estados Unidos, Rusia y China.

Voceros de esas naciones negaron rotundamente que ellos eran los causantes de la peste, y que en sus países también tenían pequeños focos de la epidemia que aún no se propagaba en las grandes ciudades. Hubo confusión en la comunicación de muchos de los voceros, porque todo ocurría en silencio, ni siquiera los grupos terroristas se atribuían dichos ataques.

Entre tanto Joseph y el anciano fueron interrogados sin contratiempo, los investigadores y oficiales tenían órdenes de sus jefes estatales para dejar la zona en cuarentena, decisión que sólo sabían ellos; mientras que los pobladores de Cambridge esperaban una opción para retornar a sus hogares.

Joseph relató lo sucedido al alguacil del distrito, que de inmediato lo remitió a la capital, donde estaría dando sus declaraciones de lo ocurrido. Algunos medios se enteraron, y querían de primera mano tener el extraño relato del granjero.

Unos pocos días pasaron y en todo el país vieron la noticia con gran asombro. Muchos televidentes y ciudadanos en general, quedaron perplejos con las imágenes de las personas que alcanzaron a grabar los ataques de las vacas asesinas. Por la premura del momento, hubo videos que no mostraban la realidad de la situación; pero los pocos videos nítidos eran abrumadores por tanta sangre y ácidos que bañaban las calles de Cambridge.

Aunque para los lugareños y los oficiales atacados, todo había sido una pesadilla real, en ciudades cercanas se comenzaron a formar grupos radicales en contra del maltrato animal, que se disponían a llegar al escondido pueblo. Y así fue, tanto en redes sociales y en reuniones programadas en zonas comunes, partieron cerca de 200 personas hacia Cambridge. Muchas pancartas que acusaban al gobierno por el asesinato de los animales, según ellos, “inocentes” que murieron sin ninguna razón.

Los animalistas y veganos encontraron el pueblo casi desierto, desolado y con el olor típico de la podredumbre, carne descompuesta, sangre y fluidos animales regados por las calles, y todo transcurría por la vía central del lugar. Los pobladores se habían ido a otras localidades, esto fue lo que aconsejaron las autoridades, mientras limpiaban y reorganizaban el pueblo; pero al parecer, nadie del estado llegó a supervisar dichas limpiezas anunciadas.

Joseph quiso regresar al pueblo para obtener unas pruebas fotográficas de lo ocurrido, quería de cierto modo, mostrar la historia y compartirla con el mundo; pues en los medios nacionales sólo se mostraba una estampida originada por un virus desconocido.

El anciano era el único amigo que tenía el joven después del caos en el pueblo, y lo acompañó; antes de llegar a la zona del desastre, pudieron ver a jóvenes que salían aterrados del lugar, no sabían el por qué, teniendo en cuenta que animales contagiados no existían ya en la región, o por lo menos era lo que les anunció el ente gubernamental de fauna y medio ambiente.

Joseph caminaba lentamente sin hacer ruido para no alertar a los bovinos asesinos, mientras esto ocurría, el anciano esperaba a unos metros del ataque. Muchos de los animalistas parecían no intentar defenderse, eran atacados, y no oponían resistencia, es posible que en el fondo disfrutaran morir atacados por las pezuñas y dientes de los amados animales que siempre habían defendido. Uno de los integrantes del grupo de manifestantes vio a Joseph que merodeaba silenciosamente una calle aledaña, el hombre herido le pidió ayuda a gritos.

El granjero le hizo señas y gestos al vegano que gritaba, todo para que no alarmara a los sanguinarios animales; pero, al contrario, los gritos se hicieron más evidentes y las vacas emprendieron carrera hacia Joseph, él estaba a unos 150 metros de la camioneta, comenzó a correr apresuradamente y torpemente hacia su salvación; pero todo fue en vano, tropezó con una de las guadañas que quedaron tiradas luego de la primera matanza; él no se pudo reincorporar rápidamente, y uno de los bovinos lo envistió dejándole un par de costillas rotas. Joseph se intentó defender desde el suelo, no se pudo incorporar y un segundo animal apareció, le vació varios mililitros de fluidos corrosivos intestinales que lo quemaron al instante, sus brazos y sus piernas habían quedado severamente lastimadas. Él quedó atrapado en medio de la manada asesina.

El motor de la camioneta se encendió y el anciano escapó del pueblo dejando a Joseph solo en medio de las vacas enardecidas.


-No volveré a importar productos de África, no es la primera vez que me pasa, espero que en este pueblo de ignorantes nunca se enteren del origen del virus, del hombre que lo trajo a esta olvidada comunidad. 

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