El día era nublado, lluvioso, opaco, gris, siempre me gustaron los días así, todo era adecuado para lo que se me venía pierna arriba, más bien mentón arriba, durante el transcurso del recorrido de la Enea a Villa Pilar sólo escuché música, mi mamá y mi hermana me hablaban, pero yo no quería modular, miraba la avenida Kevin Ángel vacía, todo por un derrumbe de los ya conocidos. Todo sucedía rápido, tanto así que llegamos en poco tiempo al sitio escogido para la intervención. Después de pagar y tener la orden en la mano, un vigilante nos indicó donde teníamos que ir, era el tercer piso, cerca de urgencias, es allí donde están los quirófanos.
En el tercer piso estaba medio perdido, le pregunté a una enfermera que me dijo con suavidad donde estaban, seguro me trató así por mi aspecto, calvo como enfermo terminal, eso parece que conmueve a la gente. llegué al lugar indicado, vi cerca de seis enfermeras, en ese momento me dijeron que tenía que quedar como Adán, y yo pensé con este frío y uno empelota, después de unos minutos salí con la tradicional bata de cirugía, luego me acosté en una camilla y una enfermera me arropó, luego otra de las muchas enfermeras me inyectó una especie de agua con suero en una de mis venas del ante brazo izquierdo, ahí medio temblé, seguro por el miedo, diez minutos después llegaron los duros… el cirujano Carlos Dueñas y otra cirujana que no sé el nombre, me vio y con toda la confianza dijo, “todo va a salir bien” yo lo miré y le dije, sí doctor, al poco tiempo llegaron otros tres uniformados personajes, el veterano anestesiólogo, un hombre que se veía con algo de trayectoria, y también dos jóvenes, un pelao parecía practicante y otra chica que tenía unos ojos sensacionales, solo le vi los ojos porque tenía un tapabocas puesto, igual con esos ojos para que más; bueno se venía el momento clave, pero cuando uno está en situaciones así siempre recuerda, y en ese momento recordé a mi hermana Adriana, ella había pasado por muchas cirugías, imaginé lo que ella sentía en esas momentos, y lo valiente que era en esas situaciones, con esos pensamientos entré al quirófano.
Nunca había entrado en un quirófano, quedé un poco aterrado por la cantidad de color azul, eran azulejos de color azul celeste, suena un poco redundante pero sí, esa baldosa era un azul celeste, por todos lados, yo pensé que era blanco, pero no, después de un rato me comenzaron a aplicar gotas por mi fosa nasal izquierda, luego un gel que lo metían como llenado una lechona, escuchaba una música, creo que era jazz, con ese sonido quedé a la buena mano y experta del cirujano.
No recuerdo si soñé, pero sí cuando desperté que me decían que moviera las cejas, eso fue como a las doce del medio día, habían sido casi cinco horas en una carnicería, suena un poco trágico, pero es la realidad. El despertar fue tranquilo, tenía la nariz súper destapada, todo por los frascos de solución salina que me habían filtrado, sentí una molestia menor en mi parte izquierda de la cara, y raro porque ahí sólo tenía una incisión. Unos instantes después me di cuenta que tenía algo como en la garganta, algo plástico, me dijeron que era una sonda que iba de mi nariz a la tráquea, un médico o no sé quien fue sacando eso por mi nariz, fue completamente desagradable y mortificación total, vi como un cable verde lleno de sangre y mucosidades saliendo de mi fosa nasal izquierda, de lo maluco después de despertar. La enfermera encargada me decía que tenía que deglutir, otra vez pensé, “deglutir, regurgitar mmm... entonces es tragar, bueno.
Duré solo cinco horas, con el cuidado de las enfermeras, me tocaba llamarlas con algo plástico que me pasaron. Al lado, en otra camilla había un hombre que lo habían operado de los testículos, brutal sufrimiento del man, pero por lo menos él en pocos días podía moverse y comer, yo no. Después de un rato sentí algo pegajoso en mi cabeza, parecía sudor pero no era nada similar, demasiado viscoso y tenía un olor que no era desagradable, me tocaba la cara y los dedos relucían por el extraño material (pasan los días y ni idea qué era eso)."Chango anestesiado"
Por fin llegó mi gente, mi mamá me vio allá en una camilla de un rincón de la UCI, y yo me preguntaba, ¿qué era la UCI? pues la unidad de cuidados intensivos; una enfermera me pasaba un pato para orinar, me imaginaba que lo tenía que utilizar muchas veces, disfrutaba demasiado expeler acostado, era el único aliciente en ese momento, ya que me podía relajar. Casi a las ocho de la noche por fin me pasaron a una habitación, ya había visto el trabajo en la unidad de cuidados intensivos, muchas enfermeras de todo tipo. Trasladaron al paciente operado de los testículos y ya me tocaba a mí, llegó una enfermera con cara muy seria, eso no era un buen anuncio, salí en la camilla rumbo al sexto piso de la clínica, entrando en el ascensor todo se movía, y me aterraba un sonido raro que hacia el cubículo mientras subía. En la habitación 20 del piso seis estaba mi lugar de paso; entrando en la habitación sucedió algo que me preocupaba desde que vi a la enfermera, el cable del oxígeno se enredó en la puerta, quedé ahorcado, todo por la poca entrega de la señora enfermera, bueno, el trabajo de alguien que ve enfermos todos los días no debe ser bueno, pero igual esa es la profesión que escogieron y por eso la tienen que hacer con mucha entrega.
Después del suceso, traté de estar calmado, ya tenía a mi mamá al lado. Esa noche vi televisión, dormir era incómodo, no tenía hambre por el suero en las venas. Vi el amanecer, hace mucho no lo veía, entraban enfermeras diferentes a cada rato, no hice la cuenta pero alcance a ver 25 enfermeras y 3 enfermeros, curiosamente los más atentos y profesionales son los enfermeros. Segundo día en el lugar de los enfermos, 28 horas tirado en una cama, la levantada no fue fácil porque la cabeza me pesaba una tonelada, y tenía débiles las piernas por estar quieto tanto tiempo. Entre un enfermero y mi padre me ayudaron a levantarme, di algunos pasos sin apoyo y me hice cerca de la ventana para que el sol me calentara un poco.
Me quitaron las aguja que me surtía suero, y fue algo realmente fastidioso, siempre imaginé eso. Una enfermera jefe anunció mi salida, y el cirujano también la aprobó, fue un verdadero alivio, estar en un lugar así nunca será bueno. Cerca de las cinco de la tarde llegó un patinador con una silla de ruedas, de allí al primer piso donde había mucha gente que me miraba con cara de "Uy Hermano que le pasó" abordé un taxi y rumbo a la casita. En mi mano derecha un jeringa que la ponía en mi boca, eso me ayudaba a respirar y en la otra mano una toalla que me tapaba la cara de pez globo. De ahí en adelante ya es otra historia, paciencia y fuerza mental. Ojalá nadie tuviera que pasar por algo tan agresivo y extremo, nadie. Me sigue goteando sangre por la nariz por ratos.